La evolución tecnológica va en ocasiones tan rápido que a duras penas logramos adaptarnos y adoptar todas esas innovaciones de forma natural a nuestro día a día. O al menos sucede en determinados sectores y procesos muy arraigados en nuestra cultura o mentalidad.
Un ejemplo de ello son las nuevas formas de trabajo surgidas al calor de las nuevas tecnologías. Smartphones, tablets, servicios de videoconferencia, mensajería instantánea, servicios de almacenamiento en la nube, plataformas de trabajo colaborativo… herramientas tecnológicas cuyo desarrollo hizo prever la desaparición de la oficina tradicional y el surgimiento del nuevo ‘trabajador remoto’. Éste desempeñaría su labor desde cualquier punto, con horarios y procesos mucho más flexibles, facilitando la anhelada (y reclamada) conciliación laboral y personal, amén de reducir costes y mejorar la productividad de las empresas.
Sin embargo, los datos señalan que, pese a que la tecnología está ahí, no parece que se haya producido esta anunciada evolución. Un reciente informe elaborado por Adecco indica que, pese a que tecnológicamente sería más que posible, el número de teletrabajadores en España no sólo no ha aumentado, sino que se ha reducido en más de 100.000 personas en los dos últimos años. Entre los motivos, según señalan los expertos, estarían la falta de un marco jurídico que regule la figura del teletrabajador y, sobre todo, la pervivencia del modelo presencial tanto por parte de la empresa como la del trabajador.
Paradójicamente, la tecnología sí es la herramienta utilizada tanto por empresas como por trabajadores para atender asuntos de trabajo fuera del horario laboral. En los últimos días se ha hablado mucho de la ley aprobada recientemente en Francia que regula el derecho a la desconexión de los trabajadores fuera de su jornada de trabajo. La normativa, que ha suscitado una gran polémica, trata de establecer mecanismos que regulen el tiempo en el que el empleado no tendrá obligación de estar conectado, responder emails o llamadas de trabajo. Es decir, es una realidad aceptada que sí se puede trabajar desde casa gracias precisamente a esa tecnología. Entonces ¿Por qué cuesta tanto implantar la figura del ‘trabajador remoto’?.
Obviamente, ni la tecnología ni el teletrabajo no son la panacea de nada ni, por supuesto, son aplicables a todas las empresas y sectores, pero es innegable que abren la puerta a nuevas formas de entender el trabajo y la productividad. Pero para ello necesitamos antes un cambio de mentalidad, tanto en empresas como en empleados, al que nadie puede ser ajeno. Que la tecnología no nos tome la delantera.