La transformación digital de la educación

Habitualmente el concepto de transformación digital se aplica a las empresas o a las instituciones pero su alcance puede ampliarse a todos aquellos ámbitos de la sociedad en los que las tecnologías existentes impulsan cambios organizativos y de metodología que dejan obsoletas nuestras estructuras actuales dando lugar a nuevos modelos.

Sin embargo, si bien la transformación digital se produce por la irrupción de tecnologías como Internet, los smartphones, las redes sociales, la nube o el Big Data, la verdad es que los cambios a los que impulsan a la sociedad le dan a esta una forma más humana.

La tecnología digital y el tratamiento de los datos y de la huella digital de cada uno de nosotros permite personalizar la relación de las empresas y de las instituciones con los clientes o los ciudadanos. Lo digital es más “humano” que el resto de las transformaciones sociales debidas a las tecnologías y que han ocurrido antes.

Por eso cuando se analiza la transformación digital ha de analizarse una parte tecnológica y tres partes humanas. Estas serían: mejor conocimiento y adaptación al cliente; la importancia del factor humano dentro de las organizaciones en cambio y por último algo tan importante pero tan olvidado como la comunicación interna dentro de una organización en transformación.

En primer lugar la transformación digital de la educación ha de utilizar las tecnologías clave de esta etapa, que no son únicamente los portátiles o las tablets, sino sobre todo esos ordenadores de bolsillo que seguimos llamando móviles y que son uno con nosotros. En segundo lugar las tecnologías sociales. El aprendizaje es siempre social y ahora existen multitud de herramientas tecnológicas para canalizar esa sociabilidad y trabajar coordinadamente con otros. La educación acumula muchos datos de la actividad diaria y digital de los alumnos que no se debería perder sino formar parte del análisis personalizado de cada alumno. Este análisis se podrá hacer más complejo, de un modo progresivo y a coste variable mediante el apoyo de los servicios de procesamiento y almacenaje de la nube y de las técnicas analíticas que en el futuro serán de Big Data.

Con ese entorno tecnológico ya estamos en disposición de afrontar los tres retos humanos de la transformación digital de la educación. El primero es conocer mejor al cliente, que en el caso de la educación es el alumno y adaptar cada vez más el proceso de aprendizaje, la oferta, a su estilo y ritmo. Esto era imposible en la etapa industrial pero es más sencillo en esta atapa de análisis masivo de datos.

El segundo elemento “humano” de esta transformación digital de la educación lo constituyen los profesores. Ningún cambio se puede hacer sin ellos ni contra ellos. Pero como todo colectivo habrá resistencias al cambio. Estas resistencias en una organización tienen siempre tres “líneas de defensa”, cada una de las cuales tiene un tratamiento diferente para superarse.

La primera es la línea del “no sé”. Es la resistencia basada en que no se sabe qué se quiere de uno y adónde vamos. Se vence mediante los líderes del cambio que han de mostrar la visión de la nueva educación, con ejemplos de donde está ya funcionando, con la necesidad de superar todo lo que consideramos que ya no está a la altura en la educación actual del mundo en el que los alumnos viven y han de vivir en el futuro. Una visión de futuro en la que se trate a cada alumno como un individuo diferenciado y responsable de su educación apoyándose para conseguir esto en los medios tecnológicos adecuados.

Los que salten de esa línea se encontrarán en la de “no puedo”. Es la resistencia de las habilidades o de la falta de las misma. No tengo lo que se necesita y por eso no quiero cambiar. En este punto la formación “a media” y también personalizada para el profesor la única manera se superar ese obstáculo.

Finalmente si ya vemos dónde vamos y se nos dan los medios para conseguirlo la última línea de resistencia es la de “no quiero”. Esta es insalvable y representa un fracaso de la persona pues se “descuelga” de su época, quisiera vivir en un tiempo que ya no existe y su resistencia hace daño a los que lo quieren intentar. El tratamiento de esta resistencia depende de los grados de libertad de que se disponga pero muchas veces es solo el tiempo y la desaparición de esas personas de la vida activa la que deshace ese núcleo de resistencia que es tan peligroso para el cambio.

Por fin está un ingrediente que se suele olvidar y que nunca debería faltar en temas “humanos”: la comunicación, en este caso, la comunicación interna. No se podrá nunca vencer el primer obstáculo, el de “no sé” si no hay una comunicación efectiva de hacia dónde vamos. Esta es la gran responsabilidad de las autoridades educativas y de los líderes del cambio. Yo diría que su principal labor es eliminar obstáculos, proveer de recursos tecnológicos, mostrar el objetivo, dar autonomía y sentido al cambio y dejar que los profesores que se van uniendo al cambio construyan colectivamente la transformación digital de nuestra educación.

Estos ingredientes se están poniendo de manifiesto en los grandes cambios educativos que algunos colegios e institutos están anunciando en estos días. Afectan tanto al viejo concepto de aula cerrada y horarios secuenciales que es eliminado en el cambio anunciado por determinados colegios jesuitas en Cataluña como también en las propias materias, en las asignaturas que desaparecen a favor del trabajo por proyectos como en la noticia de cambios en la educación finlandesa que será imitada por algunos institutos en España. En ambos casos el cambio se basa en el “cliente” para ayudarle en el mundo que se va a encontrar en el que la colaboración con otros es esencial y en el que los problemas no aparecen separados en silos, asignaturas, sino interrelacionando diferentes conocimientos. La transformación digital de la educación ya ha comenzado de verdad en su vertiente más radical que no es la tecnológica sino la humana.

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