Nos vamos dando cuenta de que las redes sociales vinieron a nuestro mundo con el propósito de llevarnos a una gran conclusión sobre el mundo digital: las plataformas cambian, la actitud permanece.
Dejando a un lado que pueda sonar demasiado categórico, trataré de explicar a qué me refiero.
Cuando hace aproximadamente 5 años se empezó a ver el potencial de Facebook, como medio, como punto de contacto con las audiencias, creo que todos o casi todos pensamos que había nacido un nuevo canal que se quedaría, si no para siempre, para un largo tiempo. Y la verdad es que aunque sigue muy vivo (¡1.320 millones de usuarios activos al mes!), cada vez más se oyen noticias sobre nuevos movimientos de audiencias de unas a otras redes sociales, y cómo siguen surgiendo casi trimestre a trimestre nuevas redes sociales que triunfan con rapidez: Instagram, Vine, Snapchat, Periscope… y muchas más que vendrán.
Y como el tiempo es limitado y el ser humano nómada, vamos saltando de una a otra red social según nos convenga a cada momento o a cada etapa de nuestra vida.
Sin embargo, ¿qué queda? ¿qué tienen en común? ¿qué pasa en todas ellas aunque cada una sea diferente? Pues que nos permiten desarrollar y proyectar rasgos de nuestra nueva actitud frente al mundo: ser más sociales, más protagonistas, más participativos, más rápidos, acceder más fácil a lo que queremos… Nos facilitan llegar a todo lo que hemos aprendido que se puede hacer y de lo que nos podemos beneficiar, y a lo que, probablemente, no vamos a querer renunciar. En mi opinión, ya pueden venir las redes sociales o las nuevas plataformas que quieran: nuestra actitud ya es digital.