Hoy en día el concepto de transformación digital no nos pilla de sorpresa, sin embargo con lo que no estamos tan familiarizados es con los efectos que esta tiene en la cultura de una empresa y en la vida personal y emocional de los empleados. La transformación digital desemboca directamente en un cambio cultural que afecta directamente a la manera en la que se desarrolla el trabajo.
Asistimos así a una revolución en todos los ámbitos, un cambio que afecta a los canales de comunicación, que se convierten en canales más efectivos gracias a la inmediatez en la transmisión de mensajes; en las nuevas herramientas de gestión, aplicadas para obtener una mayor rentabilidad y productividad; en los nuevos procesos de trabajo, mucho más ágiles y eficientes…y en un largo etcétera de aspectos que conforman una revolución vertiginosa pero que a la vez juega a favor del balance económico de una empresa.
Es cierto que ahora los objetivos de los empleados son más medibles que hace una década. Estamos ante una transformación que está cambiando las reglas del juego en un ámbito donde las cifras mandan más que nunca. Marcaje y revisiones de KPIs, por proyectos o por periodos de tiempo, despreocupan al líder de un equipo o a la dirección de una empresa sobre el modo a cumplir dichos objetivos.
Por eso la filosofía del trabajo ha pasado a ser “hazlo dónde y cómo quieras, pero consíguelo”.
Las grandes marcas internacionales ya son conscientes de esto y apuestan por programas y estudios para aumentar la productividad de los empleados invirtiendo en mejorar los entornos y condiciones profesionales.
Pero, ¿cómo afecta a cada uno de los empleados que componen las empresas? Conceptos como el trabajo en remoto o la flexibilidad horaria son realidades que vamos encontrando con cada vez más frecuencia. Facilidades que vienen plasmadas ya en las mismas ofertas de empleo para hacer de esa vacante algo suculento para atraer el talento.
La revolución digital ha hecho posible la fructificación de estas medidas con las que cada día estamos mas familiarizados pero que hasta hace poco tiempo eran del todo inviables. Con ello se pone además en entredicho el formato tradicional de oficina (es más, es posible que hasta el mismo concepto de ‘oficina’ ya esté moribundo). Trabajar bajo un árbol disfrutando del sol primaveral puede ser más productivo que hacerlo desde una mesa de trabajo. Una situación y un escenario que hasta hace poco muchos no concebían pero a la que debemos ir acostumbrándonos.
Bienvenidos a la era de la flexibilidad en la que la tecnología no solo no se juzga, sino que se alaba. El camino hacia una gestión de nuestro tiempo profesional con un formato a la carta en el cual seremos más dueños de decidir dónde, cuándo y cómo trabajar está cada vez más cerca. Una vía que nos llevará a una mayor felicidad laboral, y sobre todo personal, siempre que seamos productivos.